El pequeño jardín junto a la escalera
La escuela de Elena era un lugar especial. Todos disfrutaban aprendiendo y jugando con Elisa, su encantadora maestra. Pero un día la señorita Elisa se puso muy enferma, y Elena fue a verla con sus papás al hospital. Era un edificio triste y gris, y Elena encontró a su maestra igual de triste. Pensó que podría alegrarla con unas flores, pero no tenía dinero para comprarlas.
Entonces Elena recordó lo que habían aprendido sobre las plantas, y buscó un trocito de tierra. Lo encontró en la escuela, junto a la escalera, en la esquina donde solían buscar escarabajos. Y allí removió la tierra y la preparó. Luego su mamá le entregó unas semillas, y Elena las plantó en unos hoyos que había hecho. Después volvió a tapar las semillas, y regó la tierra con agua.
El resto fue esperar. Sabía que solo tenía que ser paciente, y seguir regando las semillas cada día al entrar y salir de la escuela.
Semanas después empezaron a salir de la tierra unas plantitas verdes. Al principio eran enanas, pero luego crecieron hasta hacerse enormes. De ellas nacieron muchas flores, y cada día Elena escogía una para llevársela a su maestra enferma.
Las flores llevaron esperanza y alegría a la señorita Elisa. Esta se recuperó de su enfermedad y pudo volver a la escuela. Allí encontró, junto a la escalera, el pequeño jardín que había plantado Elena. Le gustó tanto, que desde entonces cuidaron juntas el jardín. Y cada vez que faltaba un niño a la escuela por estar enfermo, tomaban una flor para llevársela y alegrarle el día.
Entonces Elena recordó lo que habían aprendido sobre las plantas, y buscó un trocito de tierra. Lo encontró en la escuela, junto a la escalera, en la esquina donde solían buscar escarabajos. Y allí removió la tierra y la preparó. Luego su mamá le entregó unas semillas, y Elena las plantó en unos hoyos que había hecho. Después volvió a tapar las semillas, y regó la tierra con agua.
El resto fue esperar. Sabía que solo tenía que ser paciente, y seguir regando las semillas cada día al entrar y salir de la escuela.
Semanas después empezaron a salir de la tierra unas plantitas verdes. Al principio eran enanas, pero luego crecieron hasta hacerse enormes. De ellas nacieron muchas flores, y cada día Elena escogía una para llevársela a su maestra enferma.
Las flores llevaron esperanza y alegría a la señorita Elisa. Esta se recuperó de su enfermedad y pudo volver a la escuela. Allí encontró, junto a la escalera, el pequeño jardín que había plantado Elena. Le gustó tanto, que desde entonces cuidaron juntas el jardín. Y cada vez que faltaba un niño a la escuela por estar enfermo, tomaban una flor para llevársela y alegrarle el día.
El Hada y la Sombra
Hace mucho, mucho tiempo, antes de que los hombres y sus ciudades llenaran la tierra, antes incluso de que muchas cosas tuvieran un nombre, existía un lugar misterioso custodiado por el hada del lago. Justa y generosa, todos sus vasallos siempre estaban dispuestos a servirle. Y cuando unos malvados seres amenazaron el lago y sus bosques, muchos se unieron al hada cuando les pidió que la acompañaran en un peligroso viaje a través de ríos, pantanos y desiertos en busca de la Piedra de Cristal, la única salvación posible para todos.
El hada advirtió de los peligros y dificultades, de lo difícil que sería aguantar todo el viaje, pero ninguno se asustó. Todos prometieron acompañarla hasta donde hiciera falta, y aquel mismo día, el hada y sus 50 más leales vasallos comenzaron el viaje. El camino fue aún más terrible y duro que lo había anunciado el hada. Se enfrentaron a bestias terribles, caminaron día y noche y vagaron perdidos por el desierto sufriendo el hambre y la sed. Ante tantas adversidades muchos se desanimaron y terminaron por abandonar el viaje a medio camino, hasta que sólo quedó uno, llamado Sombra. No era el más valiente, ni el mejor luchador, ni siquiera el más listo o divertido, pero continuó junto al hada hasta el final. Cuando ésta le preguntaba que por qué no abandonaba como los demás, Sombra respondía siempre lo mismo "Os dije que os acompañaría a pesar de las dificultades, y éso es lo que hago. No voy a dar media vuelta sólo porque haya sido verdad que iba a ser duro".
Gracias a su leal Sombra pudo el hada por fin encontrar la Piedra de Cristal, pero el monstruoso Guardián de la piedra no estaba dispuesto a entregársela. Entonces Sombra, en un último gesto de lealtad, se ofreció a cambio de la piedra quedándose al servicio del Guardián por el resto de sus días...
La poderosa magia de la Piedra de Cristal permitió al hada regresar al lago y expulsar a los seres malvados, pero cada noche lloraba la ausencia de su fiel Sombra, pues de aquel firme y generoso compromiso surgió un amor más fuerte que ningún otro. Y en su recuerdo, queriendo mostrar a todos el valor de la lealtad y el compromiso, regaló a cada ser de la tierra su propia sombra durante el día; pero al llegar la noche, todas las sombras acuden el lago, donde consuelan y acompañan a su triste hada.
El niño valiente y el fantasma multicolor
Un niño viaja de vacaciones a un gran castillo. Recorre todas las salas y corredores, excepto uno al que no se acerca por miedo a la oscuridad. Justo en esa zona del castillo habita un miedoso fantasma multicolor que no se atreve a salir de allí por miedo a la claridad. Ambos intentan superar sus miedos muchas veces sin éxito, hasta que un día el niño se arma de valor, y empieza a atravesar el corredor oscuro, mientras se ayuda imaginando que todos sus amigos le han preparado una fiesta sorpresa. Así llega junto al fantasma, que al verle se alegra mucho de conocer a alguien y está muy simpático, así que hacen muy amigos. Y se hacen tan amigos, que el niño ayuda al fantasma a vencer su miedo a la claridad.
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